Haití, el país más pobre América, y eso es ser muy pobre; es un lugar olvidado (¿Un no lugar?), el tercio occidental más negro y criollo de Santo Domingo. La pobreza no atrae este tipo de desastres (sí otros), pero multiplica sus efectos; un terremoto de esta misma escala y localización (superficial y a sólo quince kilómetros de la hacinada capital) hubiera provocado una fracción infinitesimal de mortandad en Japón.
El desastre lo inició el contacto de dos placas tectónicas en una zona muy propensa del planeta, pero las gentes eran tan vulnerables a esa telúrica cólera porque habían tenido que abandonar sus campos (‘dumping’ lo llaman técnicamente los economistas) de arroz y emigrar forzadamente a la capital. Los servicios sanitarios que no cubren necesidades mucho más elementales que las de una emergencia, la insoportable inflación en un país donde los precios de los alimentos básicos hacen que sean artículos de lujo, la presencia de un Estado que expolia e intimida, pero no protege a sus súbditos antes que ciudadanos.
Reina el caos, pero no sólo en Puerto Príncipe, un no lugar en el que nunca estuve, sino en las encallecidas mentes y corazones de los que tienen capacidad de decisión. Ahora se harán la foto ayudando, mandando dólares, alimentos o equipos con el dinero que primero robaron con el Intercambio Desigual, porque la pobreza no es un resultado inesperado e indeseado sino parte del Sistema, que quede claro.
No tengo palabras, sólo blasfemias, así que os dejo con Auden, uno de mis poetas favoritos.
Embajada (W.H. Auden)
Se disipó, al caer la tarde, la opresión del día;
Las altas cumbres pudieron divisarse; había llovido
A través de amplios prados y flores refinadas
Fluía el diálogo de los diplomáticos.
Dos jardineros les miraron los zapatos caros
y el chofer esperaba, leyendo algo apoyado sobre el manubrio,
hasta que ellos terminaran su intercambio de enfoques.
Parecía una escena perteneciente a la esfera privada.
Lejos de ahí, sin importar sus buenas intenciones,
las fuerzas armadas esperaban un error verbal
con toda la parafernalia dispuesta para dañar:
Y del encanto de ellos dependía
una tierra devastada, con sus jóvenes masacrados,
sus mujeres llorando y el pueblo bajo el terror.
(Versión de Germán Carrasco)
dos exclamaciones:
ResponderEliminar¡Ayyyyyyytí!
¡Bravo, Auden!